Enciendo mi llama
En Lourdes, millones de velas se queman sin cesar desde el 18 de febrero de 1858. Ese día Bernardita llega a la Gruta con una vela encendida que tiene en sus manos hasta el final de la aparición de la Virgen María. Antes de irse, la Virgen le pide que la deje hasta que se consuma en la Gruta. Ese mismo día, algunas personas dejan en el lugar indicado otras velas encendidas.
No se ha dejado de renovarlas.
Al pedir que se encienda una vela en Lourdes, participan en este bello impulso de fe.
Por ustedes y por aquellos que no pueden venir físicamente a Lourdes, enciendan una velita de Lourdes.
Se encienden todos los días estas luces por ustedes y se colocan en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, justo al lado de la Gruta de Lourdes. Las volutas de humo tienen millones de intenciones. Cada llama es un signo de una presencia, su presencia. ¡Cada llama irradia esperanza!
Cuando la Biblia habla del estado en que se encuentra la humanidad, a menudo utiliza la imagen de la oscuridad. En cambio, la salvación obrada por Jesucristo se presenta como liberación e iluminación. Como signo concreto de ello el sacerdote bendice el fuego y la luz de las velas durante la celebración de la Pascua, antes de bendecir el agua para el bautismo.
Oh, Dios mío,
Que esta luz sea para mí la señal de tu presencia.
Que ilumine mi vida y sea el signo de mi Fe.
Que caliente mi corazón en mis penas y mis dificultades.
Esta llama, son mis intenciones y las de aquellos a quienes amo y que te confío.
Ayúdame a ser luz para los que me rodean. Gracias, Señor.
Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros.
Santa Bernardita, ruega por nosotros.