Reflexiones sobre Sanctuarium in Ecclesia para el Boletín de la AMIL
La carta apostólica del papa Francisco Sanctuarium in Ecclesia afirma: «En el Santuario se abren de par en par la puertas a los enfermos, los discapacitados, y especialmente a los pobres, los marginados, los refugiados y los migrantes» (SiE4). Estas palabras conciernen a aquellos que trabajan en los Santuarios, pero atañen particularmente a médicos, enfermeros y personal de salud que, todos los días con profesionalismo, abnegación y fe, acogen a los peregrinos en Lourdes, sobre todo a los enfermos y discapacitados.
El Santuario, «hospital de campaña»
La expresión del papa Francisco que identifica a la Iglesia con un «hospital de campaña» se ha hecho corriente: «Yo veo claramente qué es lo que más necesita la Iglesia hoy: la capacidad de curar las heridas y calentar los corazones de los fieles, la cercanía y la proximidad. Yo veo a la Iglesia como un hospital de campo después de una batalla. ¡Es inútil preguntarle a un herido grave si tiene alto el colesterol o el azúcar! Hay que curar sus heridas. Después podremos hablar de lo demás. Curar las heridas, curar las heridas… Y hay que comenzar desde abajo».
Con esta imagen tan elocuente, el papa Francisco invita a verificar, en cierta manera, la relación entre la Iglesia, el mundo y la misión que tiene cada creyente según su bautismo. Si se tiene en cuenta que «el Santuario tiene en la Iglesia un «gran valor simbólico»» (SiE1), entonces se puede utilizar también esta expresión para el Santuario, como verdadero «hospital de campaña».
La obra de evangelización
En una época como la nuestra, a veces caracterizada por el aislamiento sin posibilidad de relación interpersonal, donde el hecho de delegar parece prevalecer sobre la forma directa de participación, la llamada a la responsabilidad social nos compromete a un testimonio que sabe encargarse de nuestros hermanos que tienen mayores dificultades. Para nosotros no es nada extraordinario; en realidad es nuestra historia. Siguiendo las palabras del Señor, hemos privilegiado siempre todo lo que el mundo ha rechazado por inútil o poco eficaz. Los enfermos crónicos, moribundos, marginados, personas discapacitadas y todo lo que representa frente al mundo la falta de futuro y esperanza, encuentran el compromiso de los cristianos. Tenemos ejemplos que nos encaminan con fuerza a la santidad de los hombres y mujeres que han hecho de este programa el anuncio concreto del Evangelio de Jesucristo y el inicio de una verdadera revolución cultural. Frente a esta santidad desaparecen todas las excusas posibles. La utopía cede el paso a la credibilidad y la pasión por la verdad y la libertad son sintetizadas en el amor entregado sin pedir nada a cambio.
En este marco, la valiosa asistencia ofrecida por numerosos médicos y enfermeros en el Santuario de Lourdes retoma todo su sentido como una verdadera proclamación cristiana, tomando seriamente en consideración la dignidad de cada persona. ¡Qué importante es esta presencia en la vida del Santuario! No solamente para aquellos que trabajan en él todos los días, que son signos tangibles de esta cercanía y asistencia, sino también para todas las realidades asociativas que llegan al Santuario como peregrinos. En una época en la que todo parece ser posible porque todo se puede comprar, hay que multiplicar los signos que muestran que el amor y la solidaridad no tienen más precio que el compromiso y sacrificio personales. Ese testimonio atestigua que la vida personal no puede realizarse plenamente si no se posa en el marco de la gratuidad.
El Santuario, lugar de misericordia
Sanctuarium in Ecclesia recuerda que el Santuario es un lugar privilegiado donde los peregrinos viven la experiencia de la misericordia de Dios, sobre todo cuando se acercan al sacramento de la reconciliación (ver SiE 4). Basta con ver hasta qué punto la capilla de las confesiones está siempre llena para entender el sentido de estas palabras. Sin embargo, incluso los médicos pueden experimentar la misericordia de Dios a través de su precioso, y a menudo silencioso, ministerio ejercido con los enfermos. Visitar a los enfermos es una de las siete obras de misericordia corporales. De hecho, el mismo Jesús vivió esta experiencia en primera persona. Curó a enfermos de todo tipo: ciegos, sordos, mudos, incluso leprosos proscritos por la sociedad. A algunos los curaba a distancia, como al siervo del centurión o la hija de la mujer sirio-fenicia, gracias a su gran fe. También curó a muchas personas poseídas por malos espíritus. Es evidente que Jesús pasó mucho tiempo con los enfermos. En este sentido, los médicos que participan activamente en el Santuario experimentan una gracia suplementaria: son los enfermos los que vienen a verlos y son ellos los que piden ayuda para realizar algo importante para ellos, como la peregrinación a la Gruta de la Virgen María. Estas palabras del Evangelio que tocan de cerca a los médicos tienen una gran resonancia en ellos: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mateo 25, 40).
Percibir el Paraíso
En Sanctuarium in Ecclesia, también podemos leer: «A pesar de la crisis de fe que afecta al mundo contemporáneo, todavía se perciben como espacios sagrados hacia los que ir como peregrinos para encontrar un momento de descanso, silencio y contemplación en medio de la vida, a menudo frenética, de nuestros días» (SiE 3). En ese contexto, también gracias a la acción de muchos médicos, aquellos que van de peregrinación a Lourdes pueden verdaderamente percibir un trocito de paraíso: un lugar en el que todo parece haber sido creado para favorecer a los enfermos y colocarlos en primera fila. Aquí, no son recibidos como invitados, sino como protagonistas. Las actividades diarias están pensadas y puestas en aplicación para ellos. La cantidad de amor que les dan las personas que no habían visto hasta entonces es uno de los mejores aspectos de la peregrinación para los enfermos.
Los Hospitalarios y Damas, en particular los más jóvenes que no han tenido nunca contacto con enfermos, hacen todo lo que pueden para que se encuentren bien y para convencerlos de que se les ama. Servir a los enfermos durante una peregrinación en un lugar como éste puede consolidad profundamente los valores cristianos de un joven.
El enfermo evangelizador
No podemos olvidar, en este contexto, que los peregrinos enfermos y discapacitados están llamados a ser ellos mismos evangelizadores, insertando su enfermedad y sufrimiento en el misterio de la Cruz y de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Juan Pablo II recordaba esta gran verdad cuando decía: «Amadísimos hermanos y hermanas que experimentáis de modo particular el sufrimiento, estáis llamados a una misión peculiar en el ámbito de la nueva evangelización, inspirándoos en María, Madre del amor y del dolor humano. En este difícil testimonio os sostienen los agentes sanitarios, vuestros familiares y los voluntarios que os acompañan a lo largo del camino diario de la prueba». Entonces podemos afirmar que los primeros evangelizadores del Santuario de Lourdes son verdaderamente ellos: los enfermos. Están llamados a asumir la conciencia y responsabilidad de llevar la buena noticia del Evangelio que salva a partir de su propia condición. Esto no carece de sentido también para aquellos que los acompañan y asisten, ya que nos obliga a mirar con mayor intensidad y compromiso la formación que no podemos dejar de lado, para poder vivir la belleza de la fe con una conciencia creciente. No podemos hacernos evangelizadores de repente, ni dar un sentido al sufrimiento de la noche a la mañana. Todo eso necesita una preparación que crece y madura con la fe en el misterio de la participación activa y real del misterio de Cristo y la vida de comunión con él que nos ofrece el bautismo. Esta perspectiva nos permite mirar cada enfermo que se convierte en peregrino a través de la fe, para comprender la presencia de Cristo que pide ayuda y ofrece a cambio su amor salvador. Gracias a esa mirada animada por la fe, muchos médicos tienen el privilegio de poder experimentar la cantidad de gracia que se difunde en el Santuario y cuánto amor nos ofrece la Virgen María hasta cumplir actos que van más allá de la ciencia y revelan el milagro de la creación transformada y salvada.
Para concluir
Para finalizar, las palabras del papa Francisco pueden volver con su fuerza provocadora cuando escribe: «Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio» (Evangelii Gaudium 114). Esto implica, en toda la vida del Santuario y por ello también en lo que hacen los médicos, enfermeros y personal de la salud, no dejarse superar por las numerosas actividades o necesidades del momento, sino saber concentrarse en lo esencial, que es lo que todo peregrino busca en su fuero interno, sobre todo si está enfermo o discapacitado: entrar en el misterio de la fe que da esperanza, ya que hemos vivido la experiencia del verdadero amor.
Arzobispo Mons. Rino Fisichella
Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización
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