A veces rezaba, pero nunca obtenía lo que pedía. En mi mente de niño me decía: Jesús, como todos los hombres, no es bueno. Entonces recé a María, porque las madres aman a sus hijos.
seguimos a los peregrinos bajo la roca. Mi hijo y mi mujer iban delante de mí. En medio de la Gruta ocurrió algo muy fuerte y repentino. Una emoción inmensa invadió todo mi cuerpo, mi alma, y empezaron a brotar las lágrimas, sin poder detenerlas. No entendía por qué. Nada más salir de la Gruta todo desapareció como había llegado. Yo fingía grabar algo para que no vieran mis ojos. Hoy aún no sé lo que pasó. Incluso me pregunto si no estaba cansado o enfermo. Esa misma noche volvíamos a casa.
Algo crecía en mi interior con el paso del tiempo: una fuerza que me empujaba a hacer algo, pero ¿qué? Entonces busqué: Cáritas, comidas solidarias, lucha contra la pobreza… Me daba cuenta de que no era nada de eso. Una tarde, pensando en Lourdes, busqué una página web. Vi que se podía servir en el santuario. Supe que había encontrado lo que buscaba. Me hice hospitalario. Hice mi Primera Comunión en la catedral de San Juan en Perpiñán. Cuando descubren que mi hija de 7 años tiene leucemia, nuestra vida se tambalea en cuestión de segundos. Había pedido al Señor que no probara mi fe, ya que no sabía cómo reaccionaría. Impotentes, nuestra única manera de luchar era rezar y seguir rezando. Una tarde, en la habitación de mi hija, recé una oración. En medio de la oración hay que santiguarse. Mi niña estaba jugando sentada en la cama y no podía verme. Mientras me santiguaba, miró al techo y dijo tres veces: «Jesús». Enseguida se puso a jugar de nuevo, como si no hubiera pasado nada. Terminé mi oración y no me atreví a preguntarle lo que había visto. Hoy está mucho mejor. Sigue con la quimio. No soy capaz de decir o entender lo que pasó, pero quiero pensar que el Altísimo nos ha concedido una gracia particular.
Pierre (Francia)
Pierrre Rodriguez en Lourdes