Después de unas vistas impresionantes sobre el magnífico refugio de la naturaleza pirenaica donde descansa la ciudad mariana, el espectador es arrastrado por un deslumbrante making off que da cuenta de la sutil aleación del trabajo de los cantantes, coristas, directores de escena y otros profesionales de la sombra con las tecnologías más modernas puestas al servicio de la historia de la pequeña Bernardita Soubirous (1844-1879) y del mensaje recibido del Cielo en 1858, del que hizo de cada uno, con su testimonio implacable, un depositario. «Es una oportunidad, un gran regalo poder vivir todo esto en Lourdes», resume Francisco en nombre de toda la compañía, uno de los cuatro coristas lugareños, retenido en el reparto. En cuanto a las intenciones de partida, las palabras fuertes del director Serge Denoncourt, que vino especialmente desde Quebec y autor del «librito» -los textos de todas las partes teatrales-, da el marco absoluto de la representación cuando dice refiriéndose a Bernardita: «Me interesa la muchacha, la adolescente, no la santa. Estoy convencido de que no es una mentirosa. En un espectáculo, lo que se lleva a casa, es raramente un decorado, sino la emoción. Esta joven tiene que emocionar a la gente. Si esto sucede desde el principio, para nosotros será una misión cumplida».
Emoción
¡Emoción, emoción! Esa es la palabra clave. «A veces algunos de nosotros tenemos ganas de llorar o lloramos», recuerda Francisco. En el escenario, somos sensibles al mensaje, a la música, a la belleza. Aquero, ¿por qué yo?, Señora, el desapego, ser sólo un hombre… Aquellos que hayan visto el musical se alegrarán de volver a estar juntos, aquí o allá, para escuchar algunas de estas melodías cautivadoras de Gregorio que siguen pasando por las cabezas y bajando a los corazones, siguiendo llenando como el agua vivificante y pura de un gave pirenaico que nada puede contener. Una inundación de amor.
Jugoso
El documental propone también escenas jugosas, como esta sesión de pose fotográfica, en traje de época, en el Santuario de Lourdes, no lejos de la Gruta de las Apariciones. Thomas coloca a los cantantes antes de actuar. Es para Gala, la revista de los famosos. 150 años después de las laboriosas sesiones impuestas a Bernardita, la primera santa fotografiada, la sonrisa de Eyma que la encarna no tiene nada de insolente.
Intimidad
El documental es íntimo. Cuando una parte de la compañía, conducida por Francisco, que actúa como un guía conocedor de la historia y de la espiritualidad de Lourdes, descubre los lugares donde realmente vivió Bernardita, el tiempo parece estar suspendido en el cielo. No hay más que ver la parada en el calabozo para hacerse una idea. «Bernardita, hoy es cada uno de nosotros», dice en voz baja Francisco. Todos tenemos una prisión dentro de nosotros, un calabozo del que queremos salir. Tenemos un pensamiento conmovido por todos los nuestros que viven hoy en los tugurios. Por todos esos «miserables».
Paternidad
David Bàn, que interpreta con brío y precisión el papel de Francisco, el padre de Bernardita, sirve de guía en las entrañas del espectáculo. Un alegre drille. Tocado por su papel, cuando evoca la figura de su propio padre, siente una gran emoción. «Tengo tu mirada en el fondo del mía y amor que me pertenece», dice su canción. Verlo a escondidas abrazar a su propio hijo que vino a verlo a Lourdes después de un mes y medio de ausencia, es simplemente conmovedor. Igual que Eyma abrazando a Eric, su propio padre. Conmovedor.
Sobriedad
La escena de la bendición final, animada por un sacerdote del santuario de Lourdes, el P. Régis-Marie de la Teyssonnière, es impresionante por su sobriedad. Con los que creen y no creen en el cielo, dirige una oración de agradecimiento por la ayuda prestada y el deseo, puesto en los corazones, de contar la historia de Bernardita de Lourdes.
Misión cumplida
1 de julio, por fin llega la hora del estreno. La sala está llena. El público presente a la cita. Se asiste detrás de la escenografía a los últimos preparativos de la compañía. Se animan unos a otros. Hablan mucho. Se besan. Lloran. Se hacen confidencias: Eyma da un papelito escrito a Roberto, uno de los productores del espectáculo, sin ser vista; «Siento tu alma», confía Daniel a Francisco. Dos horas más tarde, los artistas regresan al backstage. «Para el director, lo difícil es dar a luz… Estoy aliviado, toda la energía cae, estoy muy contento, la gente ha recibido el espectáculo», puede soltar Serge. Comunión, compartir, alegría: hermosas palabras nacen en otros labios. Sin olvidar el agradecimiento.
Bernadette de Lourdes es una experiencia que hay que vivir. Un regalo que se puede ofrecer a los que amamos. A los hijos. A la mujer o al hombre de tu vida. A los padres. A los amigos. Para reanudar vínculos. Para decir de nuevo: «Te quiero».
Laurent Jarneau